A
Eduardo Dávila Miura la sangre no le fluye, le embiste de arriba a abajo y de
abajo a arriba. De su árbol genealógico más que ramas nacen astas, entroncadas
en uno de los linajes más legendarios de la historia de la tauromaquia.Decir
Dávila es hablar de toros y decir Miura es evocar la empresa ganadera más
célebre (y temida) de los últimos tres siglos en España.
Empresa
y toros. En la bisectriz de esos dos mundos se mueve ahora el matador
Dávila Miura, que se retiró de los ruedos en plenitud, en 2006. Colgó el
traje de luces y se enfundó de inmediato la chaqueta y la corbata para evitar
sufrir la tentación de reaparecer, como asegura el diestro sevillano en una
entrevista con EXPANSIÓN.
Ahora
aplica a la economía todo lo que mamó desde la cuna, porque "el
empresario tiene que ser un poco torero y asumir el riesgo que implica el
liderazgo. Ambas profesiones están más cerca la una de la otra de lo que
pensamos".
Por
ejemplo: "La presión y la responsabilidad que puede sentir hoy un
directivo es perfectamente similar a la que tiene un torero en un día
importante". Los dos, diestro y empresario, "están muy solos a la
hora de tomar las decisiones".
Para
introducir la metafísica taurina en el entramado empresarial, Dávila Miura
lidia como único espada en conferencias destinadas a formar a ejecutivos.
Algunas de sus ponencias versan sobre el liderazgo, la superación del miedo
ante las adversidades o "el autoconocimiento y la autogestión", que
conforman la base para alcanzar la seguridad en uno mismo y el máximo rendimiento.
A
Dávila Miura los directivos le preguntan con mucha frecuencia sobre la cornada,
sobre ese miedo a los gañafones que da la adversidad, tanto en la cara de un
morlaco de 600 kilos como en la brega empresarial. Y Dávila tiene clara la
respuesta: "El torero asume mucho mejor la cornada que el fracaso. El
miedo al fracaso es mayor que el miedo a la cornada".
Así
que "hay que pensar en positivo". Por ejemplo, en una
conferencia a altos cargos de Grupo Santander, Dávila les previno contra el
exceso de información negativa, ilustrándolo con un lema que siempre ha
guardado en la faltriquera de su filosofía vital: "Lo conseguí porque no
sabía que era imposible".
El
diestro sevillano trabaja con las consultoras Make a team (en donde alterna con
Jorge Valdano, Andoni Zubizarreta y el ex baloncestista Juan Antonio Corbalán,
entre otros), Isavia y Diocles. Y apela a esos ingredientes emocionales que tan
a flor de piel están en los toros y tanto se suelen esconder en las empresas:
"Para torear y para dirigir hace falta técnica y formación, sí, pero a
la hora de las grandes decisiones hay que poner corazón y apostar con
confianza, para generar más confianza aún", afirma. O sea, echar
la pata palante, en argot taurino.
Además,
el liderazgo es muy acusado en los toreros. "Una cosa es mandar y otra
liderar", diferencia Dávila. Lo primero "es fácil" y para lo
segundo "hace falta afectividad y hablar claro a los empleados, pero
también cantarles mucho lo bueno, para que lo refuercen". Y un aspecto
esencial es "hacerles partícipes" de las decisiones, aunque las tome
"a solas" el líder.
Y
a solas torea ahora Eduardo Dávila Miura junto a la Giralda. Pero vestido con
chaqueta y corbata. Ése es su nuevo uniforme. Ésa es su nueva vida. Ya no le
teme a la cornada, pero sí a ese toro zaino que se llama fracaso. A ése no hay
empresario que lo ahuyente.
Aprender
a torear, una herramienta para el team building
Todas las actividades empresariales de Dávila Miura están íntimamente ligadas al arte de Cúchares. Es apoderado de dos toreros (Rafaelillo y Rubén Pinar), promotor de turismo cultural taurino –que ya han disfrutado ejecutivos de Santander y Mapfre, entre otros– y director del Club de Aficionados Prácticos Taurinos, con el que enseña a torear a todo el que quiera.
Estos
cursos se han destapado como una actividad empresarial muy demandada por sus
beneficios a la hora de mejorar la dinámica de grupo, el liderazgo y la
confianza. Por
ejemplo, en una jornada de team building, los directivos de
Helvetia tenían que dividirse en dos grupos: uno de gastronomía y otro de
toreo.
Pero
los cocineros abandonaron los fogones en cuanto vieron a sus compañeros
bambolear los capotes. Se premiaba al mejor, así que, con tal de ganar, el
director acabó toreando de rodillas. "Las empresas reconocen que
aprender a torear es mucho mejor para el team building que las
actividades tradicionales, como el paintball".
Por Juanma lamet. publicado en el Diario Expansión: http://www.expansion.com/2012/06/15/directivos/1339778345.html?a=f3f5b54613eb2433d6c173c7a37b1759&t=1339933185
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